LOS TRES PUNTOS BÁSICOS DE LA SESION DE QIGONG
1. La respiración abdominal
Con la respiración abdominal, el diafragma baja al inspirar y sube al espirar, incrementando así la capacidad pulmonar, permitiendo un mayor aporte en oxigeno y más energía al mantener la zona abdominal más relajada.
Esta respiración tiene otros beneficios, permite un suave masaje en los órganos digestivos, mejora el tránsito intestinal y reduce el trabajo del corazón. La conciencia puesta en la respiración abdominal calma la mente y ayuda a mantener el centro de gravedad en el dantian inferior (centro energético situado entre el ombligo y los riñones).
En la práctica de Qigong se inspira y se espira por la nariz. Esa respiración, a boca cerrada, es suave, lenta, fina, continua y silenciosa. Al contrario de las prácticas de artes marciales (o cuando se hace un esfuerzo), en Qigong la inspiración coincide con el movimiento de estiramiento o hacia afuera (fase Yang) y la espiración con el movimiento de relajación o hacia dentro (fase Yin).
2. La verticalidad y el ajuste pélvico
La columna vertebral tiene 4 curvas: la sacra, la lumbar, la dorsal y la cervical. Están estrechamente relacionadas entre ellas para garantizar la verticalidad y la correcta distribución del peso de la cabeza, del tronco y de los miembros superiores a lo largo de ese eje central, perpendicularmente a la superficie terrestre. Las curvas sacra y dorsal son apenas flexibles mientras las curvas lumbar y cervical lo son más. Esas mismas suelen ser las más afectadas por una mal postura, por el cansancio o por el agobio emocional.
Alinear el eje verticalmente implica atenuar la curva lumbar, basculando ligeramente la pelvis hacia adelante, flexionando ligeramente las rodillas y estirando la punta del cóccix, y atenuar la curva cervical, bajando los hombros, estirando el cuello hacia arriba al tiempo que se retrae la barbilla.
La parte más alta del cráneo capta la energía vital del cielo (Yang), a través del punto Las Cien reuniones del meridiano extraordinario Vaso Gobernador.
Este ajuste postural permite conectar la parte superior con la parte inferior del cuerpo, para una mejor circulación de la energía entre ambas partes y proporciona una solida estructura al conjunto.
3. El enraizamiento postural
Además de la verticalidad, para mantener la máxima estabilidad y un equilibrio óptimo, es necesario desarrollar una buena base en los pies. Los pies tienen 9 puntos de apoyo (5 dedos, 2 cabezas metatarsianas, el talón y la parte lateral externa). El tobillo tiene que seguir relajado para conectar mejor con el suelo.
El enraizamiento no es solamente un trabajo físico, también es energético.
El pie actúa como una ventosa que aspira la energía vital de la tierra (Yang) a través del punto Manantial Burbujeante del meridiano del riñón, situado en el centro de la planta del pie. La energía sube por el talón de Aquiles y de los gemelos y se extiende por todo el cuerpo. Se obtiene así la sensación de estar arraigado al suelo, como un árbol con profundas raíces.
El enraizamiento consiste en apoyar y distribuir correctamente el peso físico en ambos pies. Con este fin, colocamos los pies paralelos, separados del ancho de los hombros, mientras que las piernas están semi-flexionadas.
Las rodillas nunca sobrepasan la punta de los pies. La contracción muscular que se origina durante la práctica crea tensiones en los músculos, en las fascias y los tendones que envuelven huesos y músculos, lo cual estimula la actividad celular ósea y tendinea e impulsa su constante renovación.
Abrazar un árbol
En la postura básica de “abrazar un árbol”, cuando las piernas están enraizadas, los brazos vienen a formar un círculo a la altura del ombligo o del pecho.
La postura redondeada de los brazos empieza desde la columna vertebral, pasando por los omoplatos, que se abren un poco al hundir el pecho.
Todos esos encadenamientos musculares fortalecen los huesos, los tendones y los músculos y previenen de la osteoporosis.